miércoles, 14 de abril de 2010

Outside.

Desperté temprano, poco después de las siete. Caminé hacia el baño y el espejo me dijo sólo la verdad. Hay pocas cosas de la vida que me hacen sentir bien, que me alimentan por dentro y a veces hasta sanan heridas de hace tiempo.

Hoy conocí a alguien, su nombre es Pablo, es amigo de Victoria, ella y Gabriel estaban preocupados por mí, insisten en que debo salir un poco más, así que su amigo llamó a mi casa, preguntó por una tal Ana, yo respondí "aquí no vive", entonces me invitó a salir. Todo era broma, menos la invitación, llegó a las ocho, me entregó una bolsa con mi alimento,era de parte de Gabriel.

Sin más explicaciones decidimos dirigirnos hacia un café que él eligió, noté, al salir de mi casa, que la jacaranda allí plantada estaba llena de flores, igual que todas las otras en la ciudad. Compartí mi observación con Pablo y me preguntó qué otra cosa me gustaba de aquí. No supe responder, existen tantas cosas en el DF que me encantan. Los árboles, las luces, los espectaculares, los puentes, los cines, los museos, las bibliotecas, toda esa gente que nunca más volveré a ver. Al llegar a Reforma estacionamos el auto, dimos un paseo y llegamos a un local pequeño, con trova en vivo y poco iluminado, simplemente perfecto.

No comí nada, él tampoco insistió, estoy segura de que Gabriel no sólo le dijo cómo me llamo. Yo miraba sus ojos sin descanso, él tomaba un americano mientras platicaba. Estudia arquitectura, tiene veinticuatro años y le gusta pintar. Tiene dos hermanas, vive con sus tíos y me hace reír mucho. Dice que a él también le preocupa mi "problema", quiere ayudarme y yo aprecio mucho eso, lamentablemente no existe ayuda para mí, tampoco deseo cambiar, ya me acostumbré a vivir así; tragándome la culpa, olvidando mi enojo e ignorando el pasado.

Comencé a sentirme desesperada, así que regresamos pronto a mi casa, disfruté mucho del camino y contuve las ganas de preguntarle qué más había dicho Gabriel sobre mí. Al fin llegamos y la despedida fue más larga de lo que esperaba. Me besó las manos y me dio las gracias por dejarlo salir conmigo. Yo no quise hablar más, salí del coche y con la mano dije adiós. Algo llenó mi estómago al entrar a la sala, algo que clavó su nombre en mi mente y me hizo olvidar por un momento el ayer y el mañana. Sólo estaba él, con sus ojos grandes y su cabello negro.

Tengo miedo, han pasado unos minutos y ya lo extraño, sé que sólo desea ayudarme, él no puede entender lo que me sucede, por qué duermo durante el día, por qué no como lo que los demás o por qué no envejeceré como cualquiera. Todas esas cosas que me separan de la vida, que retuercen mis entrañas cada noche y me obligan a escapar un poco a la ventana, con miedo de que la gente sepa, con temor de acudir a otro consultorio para entender que no estoy viva, que no soy una más, que mis pensamientos y emociones son tan humanas, y que simplemente no hay un nombre o ecuación que de respuesta a lo que soy.

3 comentarios:

  1. que impresionante
    me alegro que aun haya gente que escriba de esa manera en este mundo tan cruel
    te pido por favor que pases pr mi blog quisiera que veas como escribo y me digas si te gusta
    siempre del otro lado
    sophie

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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